Terrores nocturnos

La noche no era para Valentina el deseado momento de descanso que suele ser para todos, sino una difícil prueba a superar. Sus miedos infantiles eran tantos y estaban tan bien alimentados por su florida imaginación, que más bien era un suplicio tener que irse a la cama cada noche a las nueve y media en punto. Ella había tratado de negociar con su madre para poder quedarse sobre el sofá del salón mientras “los adultos” estuviesen allí viendo la tele. Prometió que apretaría muy bien los ojos para que no le molestase la luz y que no prestaría atención al sonido de los programas. No funcionó. Tampoco que tratara de convencer a su hermana mayor, Lucía, para que la dejara mudarse a su dormitorio y volver a compartirlo, como cuando vivían en “la casa chica” y paredes forradas de dibujos animados y hadas rosas las acogían a ambas . Por supuesto su hermana no quiso ni oír hablar del tema. Ella tenía ahora diez años, era “mayor” y no quería renunciar a su recién conquistada independencia. Lo...