Crónicas desde el encierro (III)

CRÓNICAS DESDE EL ENCIERRO - NEURAS Deprisa, deprisa. Doblo la esquina del pasillo y enfilo el segundo tramo de la ele. Llego al salón y casi antes de cruzar la puerta ya llevo la mano extendida hacia el picaporte de la vidriera de la terraza. Tengo que salir a un espacio abierto, al silencio, al aire frío y limpio, a la calma de mi propio reflejo en las ventanas del edificio de enfrente. Es este confinamiento que ya me va pesando… y la calefacción. ¡La odio! ―¿Dónde vas tan deprisa? ―preguntaba las primeras veces, algo espantado, mi marido. ―Fuera ―respondía yo un poco seca―. No era mi intención ser desagradable, pero en esos momentos lo más importante era y es llegar al exterior cuanto antes. No hay tiempo para explicaciones ni zalamerías. Ya no me pregunta nada, el pobre, haga lo que haga. Y eso que hago bastantes cosas raras. Las vistas desde mi terraza no es que sean precisamente espectaculares, pero es lo que hay y menos es nada. Justo enfre...