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Mostrando entradas de junio, 2019

A vuelta de correo

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Aún le llamo Víctor, tal y como él firma los correos que me escribe, pero los dos sabemos que no es su nombre. La verdad es que a estas alturas se me haría raro llamarle de otra forma, incluso si él reconociera que su verdadero nombre, por el que le conocen sus amigos y familiares, es Jorge. Después de tanto tiempo es un detalle que ha dejado de importarme. Nos conocimos hace más de diez años a través de internet, no recuerdo exactamente cómo. Yo no buscaba nada en concreto, salvo quizás deshacerme de la soledad que me acechaba recién llegada a la ciudad, y no creo que él anduviera buscando a alguien parecido a mí, pero el caso es que pronto descubrimos que teníamos afinidad y que las horas se nos pasaban volando mientras chateábamos sentados frente al ordenador.  Entre otras cosas me hacía gracia que fuera tan serio, tan circunspecto, tan puntilloso con el lenguaje, tan exacto para definir las cosas. Aunque compartíamos eso yo era sobre todo guasa y risas, que es para l

Incompatibilidad de caracteres

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Pues eso, que en cuanto el mercurio empieza su escalada, grado a grado, por los termómetros y la luz parece envuelta para regalo, mis musas y yo no nos ponemos de acuerdo.  Ellas quieren tranquilidad y reposo, que esté sentadita en la silla y con los dedos prestos a teclear por si acaso tuvieran a bien regalarme un trance creativo. A mí, en cambio, me distrae cualquier mota de polvo suspendida en el contraluz y estoy presta a salir corriendo incluso ante la propuesta de ocio más descabellada. Me siento como una niña que simula portarse bien y hacer los deberes, los pliegues de la falda en perfecto orden sobre las rodillas, y que en cambio campa a sus anchas entre indios del salvaje oeste corriendo aventuras increíbles con la imaginación. Así no hay manera. Es por eso, como cada año, que me tomo un descanso y dejo en suspenso el blog (esperemos que no así las neuronas).  Os deseo lo mejor para este verano, que disfrutéis sin límite y que podáis hacer realidad algún su

Promoción del 69

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Hacía un siglo que no sabía nada de ella. Bueno, un siglo no, solo veintiséis años, pero aquella tarde, para mi sorpresa, Montse se acordó de mí.  Confieso que aun no esperándolo en absoluto me alegró mucho su propuesta: “Hola, me acabo de encontrar con Beatriz y después de unas cuantas cañas hemos pensado que vamos a organizar una comida para reunirnos todas las alumnas del cole que cumplimos los cincuenta este año. Te agrego al grupo de whatsApp que hemos creado, ve metiendo a toda la gente que puedas localizar y corre la voz”.  Yo en ese instante iba en el coche precisamente a Granada, mi tierra, donde aún vive mi familia y donde estudié toda mi etapa escolar. ¡Cuántos recuerdos desperezándose en mi mente! ¡Cuántas anécdotas con las compañeras y profesores! Estuve allí desde los cuatro hasta los dieciocho años, como para no tener algún recuerdo por muy desmemoriada que una sea. Por lo general yo no necesito tener mi móvil en silencio, él ya es bastante discreto de