La decisión

El lápiz de labios estaba casi tan reseco como su propia piel; hacía siglos que no lo usaba. Aun así pensó que la ocasión bien merecía el esfuerzo y se aplicó con cuidado, tratando de soslayar los temblores de su mano, el tono de rosa que había usado toda la vida. Olía extraño, como a rancio, pero lejos de molestarle se le ocurrió que resultaba muy apropiado. Después de todo ya nada podía hacerle daño y muy atrás quedaban las alergias de su delicado cutis juvenil. Él había preparado su ropa la noche anterior para que se oreara. El chaleco y la vieja pajarita estaban ajados por el paso de los años, pero no renunciaría a usarlos en un día como aquel porque siempre habían formado parte de su estilo, de su seña de identidad. Además, ¿quién repara hoy en día en la indumentaria de un par de viejos octogenarios? Menos suerte tuvo con la colonia. Por lo visto se había evaporado y no pudo salvar ni unas gotas para perfumarse. Carmela y Daniel se encontraron en el salón de su casa a ...