Pesadillas de altura

Debo confesar que al principio me irrité bastante y que incluso estuve un poco grosera: algunas palabras malsonantes acudieron a mi boca, en contra de mi costumbre, y hasta un gesto muy desafortunado con el dedo corazón de mi mano derecha salió a relucir. Hay que ver lo fácil que es que algunas contrariedades nos hagan perder los nervios. Estoy muy arrepentida, la verdad, y lamento mucho haberme puesto así. Al principio pensé que me había equivocado de planta. No sería tan raro después del cansancio de un viaje largo, de cargar con los mil bártulos de las vacaciones de un lado a otro y del sueño atrasado. Fue cuando comprobé sin lugar a dudas que estaba ante mi puerta cuando tuvo lugar la pequeña crisis que os he mencionado. Ya lo creo que era mi puerta, y mi casa, solo que alguien había cambiado la cerradura y la llave que yo me empeñaba en meter no encajaba. ¿Qué haría ahora? Pues lo habitual, supongo: llamar al timbre (sin éxito), llamar a la policía (con m...