No tenía ni idea de cómo podía haber sucedido, pero así eran las cosas desde hacía un tiempo y se estaba haciendo duro. El caso es que había aceptado un trabajo muy bien pagado que podía desempeñar a la perfección. En teoría, si todo salía como estaba previsto, solo se necesitaban nervios templados, redaños suficientes y cero capacidad de empatía con el “sujeto”. ¡Ni hecho a medida para él! Al principio dormía a pierna suelta, estaba tranquilo, no tenía dudas. Tampoco era su primera vez. En cambio ahora todo era caos en su interior y no conocía un momento de sosiego. Por si fuera poco tenía que fingir a todas horas. Con ella, con sus compañeros. Temía lo que una y otros pudieran pensar de él, no estar a la altura, las consecuencias. ─ Tú, llévale la comida. Y no te entretengas. ─ Nadie había nombrado jefe al ruso, pero la cicatriz de su cara hablaba de peleas navaja en mano y todos permitimos que se apropiara del rol sin discusiones. Por si acaso. La verdad ...