A vuelta de correo

Aún le llamo Víctor, tal y como él firma los correos que me escribe, pero los dos sabemos que no es su nombre. La verdad es que a estas alturas se me haría raro llamarle de otra forma, incluso si él reconociera que su verdadero nombre, por el que le conocen sus amigos y familiares, es Jorge. Después de tanto tiempo es un detalle que ha dejado de importarme. Nos conocimos hace más de diez años a través de internet, no recuerdo exactamente cómo. Yo no buscaba nada en concreto, salvo quizás deshacerme de la soledad que me acechaba recién llegada a la ciudad, y no creo que él anduviera buscando a alguien parecido a mí, pero el caso es que pronto descubrimos que teníamos afinidad y que las horas se nos pasaban volando mientras chateábamos sentados frente al ordenador. Entre otras cosas me hacía gracia que fuera tan serio, tan circunspecto, tan puntilloso con el lenguaje, tan exacto para definir las cosas. Aunque compartíamos eso yo era sobre todo guasa y risas, que es pa...