La gran estafa
Otra aburrida pero necesaria firma de libros; para mí, que soy extremadamente tímida y que me cuesta tanto relacionarme, es la parte del oficio que peor llevo. Cuando llegó el turno de aquel tipo grande y rubicundo que había esperado más de una hora para poder ponerse ante mí, se quitó el sombrero, comenzó a retorcer el fieltro entre sus manazas y me dijo lo que sin duda había estado ensayando mil veces: “he leído absolutamente todo lo que ha publicado usted, ¡qué mujer tan interesante me resulta y qué vida tan plena debe llevar!”. Estoy segura de que pretendía ser amable, no me cabe duda, pero sentí como si me hubiera abofeteado en plena cara. Seguramente nunca llegaría a conocer el alcance de sus palabras. Salvé su escrutadora mirada como pude, le dediqué una sonrisa sin alma y firmé con pulso tembloroso el ejemplar que me ofrecía. Traté de no pensar más en aquello, de hacerme la sorda ante la acusación que contenían sus palabras, pero me fue imposible concentrarm