Crónicas desde el encierro (III)




CRÓNICAS DESDE EL ENCIERRO - NEURAS

Deprisa, deprisa. Doblo la esquina del pasillo y enfilo el segundo tramo de la ele. Llego al salón y casi antes de cruzar la puerta ya llevo la mano extendida hacia el picaporte de la vidriera de la terraza. Tengo que salir a un espacio abierto, al silencio, al aire frío y limpio, a la calma de mi propio reflejo en las ventanas del edificio de enfrente. Es este confinamiento que ya me va pesando… y la calefacción. ¡La odio!

―¿Dónde vas tan deprisa? ­―preguntaba las primeras veces, algo espantado, mi marido.  
―Fuera ―respondía yo un poco seca―. No era mi intención ser desagradable, pero en esos momentos lo más importante era y es llegar al exterior cuanto antes. No hay tiempo para explicaciones ni zalamerías. 

Ya no me pregunta nada, el pobre, haga lo que haga. Y eso que hago bastantes cosas raras.

Las vistas desde mi terraza no es que sean precisamente espectaculares, pero es lo que hay y menos es nada. Justo enfrente está el edifico de Hacienda con sus muchas ventanas idénticas de venecianas rojo burdeos. Paso mucho tiempo mirándolas, o más bien a través suyo, curioseando el mobiliario de los despachos cuando me he aburrido de inspeccionar el callejón vacío. Hay días en que me pregunto qué melodía resultaría si esas venecianas en sus marcos, unas más subidas que otras, fueran una partitura. 

Antes, cuando vivíamos en un estado que no era el de alarma, esas oficinas estaban llenas de funcionarios trabajando en sus ordenadores, atendiendo el teléfono o frunciendo el ceño frente a los usuarios que acudían a su cita “previamente concertada”. No es que yo los espiara, qué va, es que como digo no hay otra cosa que mirar y si una sale a la búsqueda de un rayito de sol o a despejar la mente, parece que está feo hacer como que no existen. Vayan a pensar que tengo algo en su contra. Por otro lado ellos tampoco parecían tenerle demasiado aprecio a su intimidad, porque ni una sola de las persianitas hacía su función de volverles invisibles. Miel sobre hojuelas. Que se trate de un mensaje enviado por el Ministerio a través de sus empleados sobre que “en Hacienda no escondemos nada”  también es una posibilidad, pero le veo poco cuerpo a la teoría. 

Ahora no hay nadie, excepto una cuadrilla de limpiadoras que acude una vez por semana. Me apena porque yo había albergado la esperanza de que volvieran, no como las golondrinas con la primavera, sino con el inicio de la campaña de la Renta. 

Sí, lo confieso, les echo de menos aunque antes me fastidiara tenerlos tan cerca. Esos trabajadores eran el símbolo de una normalidad que espero recuperemos pronto. Cuando suceda, cuando ocupen de nuevo sus puestos tras las venecianas subidas, creo que engalanaré mi terraza para recibirles. Y no me importa que no lo entiendan. Es más, no volveré a esconderme tras las cortinas mientras hago la cama o paso la mopa, y regaré mis macetas o tenderé la colada dedicando amistosas sonrisas al aire, por si  alguno de ellos me está mirando. 

¡Vuelvan pronto, señores funcionarios!

Julia C. Cambil

Comentarios

  1. Esto empieza a hacerse largo y aún nos quedan otras dos semanas por lo menos. A ver, no es que empiece a llevarlo mal. Lo sigo llevando bien y creo que así seguirá por mucho tiempo, pero veo que ya se me empieza a hacer monótono. Yo, afortunadamente, no necesito salir al balcón, tengo jardín, pero por contra, no tengo ventanas enfrente desde las que ver aunque sea a unas limpiadoras. Eso tiene que entretener mucho en estas circunstancias. Yo solo veo mis plantas y las que rodean las casas de los vecinos, aunque no me quejo, por supuesto y lo considero un privilegio.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Totalmente cierto, Rosa, ¡esto empieza a cansar! En mi familia ya van varios aniversarios, cumples y santos que no hemos podido celebrar juntos, como hacemos siempre, y se nos acumula la tarea. Mi madre dice que cuando todo esto termine haremos una fiesta de besos y abrazos en familia, para resarcirnos del contacto físico nulo de este tiempo...

      Supongo que todo tiene su lado positivo y negativo: ver verde es mucho mejor que ver un muro, pero poder cotillear algo, por poco que sea, es mejor y el absoluto aislamiento. Sabes lo mejor? que no tenemos que elegir, lo que nos ha tocado a cada uno es lo que hay. Un quebradero de cabeza menos jajajaja.

      Un besito y muchos ánimos, ¡ya queda menos!

      Eliminar
  2. Jajajajajjaja ¡Me encanta!
    Tu reflexión de hoy me recuerda a cuando vivía en Madrid siendo estudiante. Justo enfrente de mi casa, muy cerca, había un edificio con una oficina en el primero. Al principio, hacía como tú: cerraba las cortinas y así pasaba mi vida, pero conforme fueron pasando los años, decidimos formar una familia. Así que, en los dos o tres últimos años, cuando me despertaba, abría la cortina, levantaba las persianas y nos saludábamos. Nunca llegué a saber sus nombres, pero todavía hoy, me sigo acordando de ellos.
    Ten paciencia, Julia. Todo llega.
    Un besazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por lo que veo de algún modo os hicísteis "vecinos bien avenidos", y eso me parece estupendo. Si uno puede ser amistoso, por qué ser hosco? :) Yo tengo enfrente montones de ventanas, creo que tendría que elegir la amistad de cuál de ellos cultivo jajajaja. En cualquier caso solo pasaré aquí unos meses y, si todo sale bien, en mi casa neva tendré unas vistas amplias y muy bonitas. ¡Cruzo los dedos!

      Muchas gracias por la visita y los ánimos, Macarena.
      ¡Un besazo también para ti!

      Eliminar
  3. Echar de menos a los funcionarios, que yo también los aprecio, es la mayor prueba de que el encierro comienza a pesar aunque solo sea un poquito ja, ja, ja. Cómo será la cosa que tengo unas ganas enormes de hacer la declaración de la renta y de manera presencial!!

    Creo que es un buen momento para volver a ver "La ventana indiscreta" o incluso para poner en práctica su premisa como narras en el relato.

    ¡Un fuerte abrazo, Julia y adelante!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Holitas, Miguel :))

      Yo estos días estoy pensando que ya que tengo que estar encerrada, al menos me voy a dar el gusto de decir que ya no lo llevo tan bien. Es liberador y totalmente razonable, aunque eso sí, sin caer en la negatividad.

      Respecto a la Renta de este año, lo de presencial está un poquito crudo. Pero si vuelven a trabajar los funcionarios, yo te aviso para que pidas cita jajajaja.

      Me apunto la peli, hace muuuucho que no la veo. Graciassssss :)

      Un abrazo grande y ánimos compartidos.

      Eliminar
  4. Si hay un edificio institucional interesante de mirar, son los del poder judicial, nosotros los que trabajamos en ellos nos la pasamos viendo desfilar gente con problemas graves y hablar solos en voz alta, o moviendo los labios con el ceño fruncido y discutir con las contrapartes en los pasillos ocupando al personal de seguridad que les dice que se calmen. O verlos subir y bajar escaleras perdidos o poniéndonos malas caras en el elevador, porque la recepcionista dijo segundo piso a la derecha y el usuario se baja en el primero porque cuenta como primer piso la planta baja ... ay Julia, me he identificado jaajajja yo extraño todo eso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Caramba Fany, estoy segura de que tú jamás te aburres en tu trabajo a poco que te guste imaginar sobre las historias de todas esas personas. Mi pobre edificio de Hacienda y sus funcionarios no es nada en comparación jajajaja.

      No te preocupes, pronto estarás de vuelta y será como un regalo :))

      ¡Un beso desde la distancia!

      Eliminar
  5. Qué bien has definido lo que en pasado parecía una monotonía, casi anodina, y las pocas ganas de ver a esos funcionarios ni que le vean a una en su cotidianidad. Y pasa el tiempo, y aquello que parecía rutinario y carente de interés, ahora se ve diferente. Y vamos cambiando nuestra perspectiva por las gentes, las cosas sencillas, e incluso por salir a respirar, ya conscientes del acto de participar en la vida con interés y sin tanto miramiento por el qué dirán los de enfrente, a fin de cuentas, una también hace su vida como los demás.

    Me ha encantado, Julia. Tu crónica habla de lo que mucha gente puede sentir si se detiene a pensar en lo que tenía y las ganas de volver a esa normalidad que aunque simple, es muy necesaria e importante para que funcionemos todos con nuestros gustos o costumbres, pues nos complementamos entre sí.

    Retrocedí al leerte muchos años atrás, cuando vivía en la ciudad, de seguro hubiera sentido similar, ahora, tú sabes, no noto el confinamiento al vivir en un pequeño pueblo disfrutando de ventajas, pero tengo muchas ganas de ver a las gentes de todo el mundo respirando libertad, salud, y sobre todo, paz.

    Gracias, por transmitirnos con tus buenas letras esta reflexión, un aporte a la vigente realidad, en la que estaría bien detenerse a meditar, tocas puntos muy importantes, mi querida amiga.

    ¡Un abrazo enorme, corazón!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esta mañana, al ver la foto que me enviaste, he comprendio lo poco que puede llegar a afectar el confinamiento a algunas personas... ¡y tú eres una de esas privilegiadas, querida Mila! No quiero decir que no tengáis normas que respetar y que no hayáis tenido que cambiar muchos hábitos respecto a relaciones, salidas y compras, pero desde luego no padeceréis la sensación de encerramiento físico entre unas paredes que siempre son iguales. Me alegro muchísimo por ti, amiga, y te pido un favor: ¡respira a pleno pulmón por las dos y posa cada día la vista en el horizonte por las dos! :))

      Por lo demás creo que tienes razón, igual que el refrán: no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Y éste es el momento de valorar muchas cosas pequeñas que nos hacen felices, o la vida más fácil, o nos suben el ánimo y en las que antes ni reparábamos. Te aseguro que desde ahora no me importará que los funcionarios me vean mientras hago mis cosas por casa. Eso sí, procuraré no darles motivos excesivos de distracción jajajaja.

      Me alegro mucho de que estas letras te hayan gustado y espero que te hayan dibujado alguna que otra sonrisa.

      ¡Un súper beso de vuelta, preciosa!

      Eliminar
  6. Hola Julia! Te comprendo perfecto yo toda la vida viví en mi casa que tiene jardín. Bendito sean mis padres que la compraron y si no salgo y huelo aire o veo verde desespero.no podría vivir en plena capital . bendiciones y cuidate.un placer leerte lo mismo aunque sea con quejas o bajones.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Afortunada tú, Búho, que puedes disfrutar de ese verdor y del espacio abierto. Yo, en condiciones normales, prefiero la ciudad, soy urbanita por naturaleza, pero en estos momentos me cambiaría por tí sin dudar. ¡Me alegro mucho de que el lugar donde vives y en el que ahora tenemos que pasar todos tanto tiempo te haga feliz! :))

      Ya no voy a quejarme más, lo prometo, pero es que me alivia tanto... jajajaja.

      ¡Un abrazo desde la distancia!

      Eliminar
  7. Cuánto nos ha cambiado la perspectiva que teníamos del mundo en muy pocos días... Muy buen texto, Julia, logras sacarnos una sonrisa pese a lo opresivo de la situación. Un beso grande.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro por esa sonrisa, Marta, era mi intención :) Ya que estamos fastidiados y tristes por esas terribles noticias con las que no desayunamos todos los días, al menos tratemos de mantener el sentido del humor, aunque sea a ratitos :)

      Un beso grande.

      Eliminar
  8. La verdad es que todo esto nos está haciendo valorar detalles que antes nos parecían insulsos y de ahí espero que maduremos individual y colectivamente.
    Un abrazo, bonita.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también lo espero, Noelia. No hay nada como perder las cosas para valorarlas. Esto nos va a venir muy bien para ser menos frívolos, para no darlo todo por ganado y para valorar las cosas pequeñas que, en determinados momentos, nos pueden hacer tan felices :)

      Otro abrazo para ti, encanto.

      Eliminar
  9. Es curioso, que, ahora, incluso lo malo, o lo feo, o a lo que no prestábamos mucha atención, lo echamos de menos. Y es que una vez acostumbrados a la "normalidad", no nos resignamos a que nos la quiten, je,je.
    El confinamiento puede sacar lo mejor y lo peor de nosotros. Pero me daría por satisfecho si lo peor fuera lo que nos cuentas desde tu casa, ja,ja,ja.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nuestra capacidad de adaptación es increíble, doy fe de ello. Yo ahora vivo en un piso con la cocina absolutamente diminuta. Mientras hacía la mudanza no podía dejar de pensar que era imposible que yo me desenvolviera en ella (la de mi anterior piso era enooooorme), me ponía nerviosa de intentar colocar mis cacharros y hasta ganas de llorar tenía. Ahora cocino sin ningún problema, me he acostumbrado a tener muchísimo menos menaje y tan ricamente. Ahora para mí es lo normal.

      Pues lo mismo con los funcionarios, ¡quiero que vuelvan! jajajajaja. De todos modos doy gracias de que en la que será mi casa definitiva la cocina es razonablemente espaciosa y las vistas son abiertas, ji, ji.

      Un abrazo "normalizado", compañero :)

      Eliminar
  10. Espero que al menos seamos capaces de aprender algo de todo esto. Me ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Bienvenida, Rocío! Y mil gracias por hacerte seguidora. En cuanto tenga ocasión te devuelvo la visita, claro que sí :)

      Yo también espero que aprendamos algo de esta situación tan terrible. Estaría bien que nos diéramos cuenta del verdadero valor de muchas cosas en las que antes ni reparábamos.

      ¡Un abrazo también para ti! :)

      Eliminar
  11. También a mí se me está haciendo largo este encierro y eso que tengo toda mi familia conmigo, se vinieron a mi casa el día anterior a decretarse el confinamiento.
    Con 7 en casa, dos de ellos niños de 2 y 5 años, no tienes tiempo ni para mirarte y más teniendo en cuenta que 3 adultos teletrabajan, con lo que los abuelos estamos a tope.
    Tengo la gran ventaja de poseer jardín y hago labores de jardinería con mis nietos cuando el tiempo lo permite. Aún así , echo de menos el ratito de ir a la compra o los largos paseos en el parque vecino.
    En fin, Julia, paciencia. No queda otra.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay Carmen, a pesar del trabajo extra que pueda suponer, creo que tienes mucha suerte. La familia en estos momentos lo es todo y tenerles cerca, poder cuidarles y que te cuiden, saber que están bien, es una gran tranquilidad. El otro lujo es ese jardín que me comentas. Seguro os proporciona a todos ratos de esparcimiento y relajación. Mejor y mucho más agradable que una fachada llena de ventanas, je, je. Pero sí, no hay nada perfecto y echamos de menos un montón de cosas cotidianas...

      Como tú dices, paciencia y ánimo, ¡esto pasará!

      Un beso enooorme.

      Eliminar
  12. Miedo? No, en absoluto me dan miedo, más bien nostalgia de algo que pensé me fastidiaba...

    ¡Abrazo de vuelta para ti! :)

    ResponderEliminar
  13. Genial Julia, me uno a ese deseo de "normalidad" que tanto anhelamos todos y aquellas cosas a las que no se les prestaba atención y ahora deseamos verlas. Ojalá pronto volvamos a esa despreocupación del día a día pero con seguridad y olvidado ya este maldito virus.
    Un beso enorme

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Conxita :))

      Has mencionado dos palabras que me han sacudido por dentro: despreocupación y seguridad. Creo que son conceptos que están borrados de nuestra mente estos días. Tememos por el presente, por la enfermedad, por el dolor de las pérdidas, pero también por el futuro que pueda quedar después en muchos ámbitos. Te aseguro que si ahora mismo pudiera sentir alguna de esas palabras con convencimiento, sería muy feliz. No es el caso :(

      En fin, todo llega, incluso la anhelada normalidad. Ojalá sea prontito.

      Un besazo también para ti.

      Eliminar
  14. Y es que todo lo que antes era invisible,... de pronto ha adquirido otra dimensión y toma protagonismo,... la "visibilidad de la invisibilidad" llega a abrumar,... en fin ya ves que el confinamiento empieza a hacer de las suyas.
    Cuidaros!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Desde luego que empieza a hacer de las suyas, Norte. Por lo menos en mi caso. Cuándo he publicado yo reflexiones en mis blogs? ¡pues nunca! :))

      Estos días tenemos un entorno muy restringido y es normal que le prestemos más atención. Y después de tenerlo muy visto, pasamos de los que vemos a lo que elucubramos... A saber cómo termina esto jajajaja.

      Un abrazo, cuídate mucho tú también.

      Eliminar
  15. Tal vez caiga en un tópico, pero lo de Hacienda me ha recordado a que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde. Creo que este encierro nos hace echar de menos incluso lo que considerábamos molesto o desagradable.
    Ya queda menos para volver a lo bueno y a lo malo.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Puede que sea un tópico, Sofía, pero es que los tópicos están basados en realidades que se repiten tantas veces que acaban por ser eso, tópicos :)) Yo empiezo a echar de menos con fuerza inusitada un montón de cosas corrientes, y eso significa que estoy empezando a flaquear. Ojalá esto no dure ya mucho más.

      ¡Un abrazo grande también para ti!

      Eliminar
  16. Todos tenemos ganas de volver a la normalidad. Y lo que ahora ves de tu ventana en otro momento ni te fijarás. Yo tengo suerte de salir al un balcón que veo mis tres tiestos, la calle, los edificios de enfrente y los vecinos, una escuela vacía un parquecito con juegos de niños y bancos sin madres. Si me asomo un poco más veo un parque vacío con árboles que antes del confinamiento estaban con su flor y ahora ya echan brotes verdes. Si miro arriba veo montañas y mucha vegetación. Si miro abajo veo gente paseando perro. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué suerte tienes, Mamen, sin duda tus vistas son mucho mejores que las mías :) Es verdad, ya vamos echando de menos la normalidad, cada uno la suya. Yo vivo en pleno centro y las salidas con mis hermanas para pasear, hacer compras, tomarnos un café o hacer encargos son algo a lo que me ha costado mucho renunciar, pero es lo que toca...

      Un abrazo enorme también para ti. Como dice Sofía, ya queda menos.

      Eliminar
  17. ¡Hola, querida Julia!
    Me alegro de que por fin hayas regresado de nuevo a esta gran avenida bloguera y decidida a residir en tu Granada natal. Repasando tus anteriores entradas me he enterado de que provisionalmente estás instalada junto con tu marido en ese piso próximo al edificio de Hacienda, me parece estupendo que estés tan cerca, aunque ya ves lo que son las cosas, justamente ahora se nos ha venido encima la dichosa pandemia. En fin, esperemos que se cumpla el refrán: "No hay mal que cien años dure" y tanto el aislamiento como tantos fallecimientos diarios terminen de una vez.
    Ya veo que has sabido conjugar muy bien este encierro con tu vocación escritora y le estás sacando muy buen partido, por lo que aplaudo tu actitud tan positiva y todas estas interesantes crónicas que nos vas ofreciendo.

    Un beso de bienvenida y que no te afecte demasiado el confinamiento. Cuídate.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Holitas, Estrella!

      Me alegro de que coincidamos al fin, sé que tú también tienes tus periodos de descanso bloguero y a veces no es tarea fácil.
      Pues sí, ya ves, mi vida ha dado un giro importante en este tiempo. Al fin he vuelto a mi ciudad, con mi familia, deseando instalarme definitivamente y con muchas ilusiones que, de momento, están paradas por las circunstancias. Pero bueno, espero que todo llegue a buen puerto...
      Yo también deseo de todo corazón que todo este sufrimiento cese. A la impotencia de las pérdidas humanas se une la incertidumbre por un futuro económico que pinta muy mal para muchas personas. Ojalá estemos todos a la altura de las circunstancias para salir adelante unidos :)

      Mil gracias por leerme, por tu cália bienvenida y por tus buenos deseos, que son mutuos. Te dejo un besazo gigante, ¡cuídate mucho tú también!

      Eliminar
  18. Hola querida Julia, ya nos estás acostumbrando a estas crónicas del encierro y cada crónica es más reflexiva y concientizante, así que de hecho le estás sacando el lado positivo a esto a pesar de los pesares.

    Me has hecho reir con todo esto de las ventanas si fueran música y los funcionarios indiscretos, o la indiscreta eras tú, ya lo olvidé, ja, ja.

    Siempre mantienes tus narrativas impecables amiga, lo cual me dice que tus emociones están en control aunque por momentos flaquees, como es normal en todos o la mayoría ante cualquier crisis.

    Aunque quisiera que esto no se prolongara demasiado, sí deseo que nada vuelva a ser normal, mientras llamamos normal a esa manera incosciente de vivir hasta hace muy poco.
    Deseo que podamos superar esto juntos, pero que también podamos ver la vida y vivirla de una manera diferente. Que no haya necesidad de ese edificio de Hacienda ni de esos funcionarios, ni empleos, que toda fluya de manera nueva y las cosas dejen de ser lo mismo o más de lo mismo.
    Nada es permanente y creo que llegó la hora de enfrentar esa gran verdad y desapegarnos de una cultura avasalladora y esclavista, mis deseos son de libertad.

    Cuidate mucho querida y que sigas reflexionando y haciéndonos reflexionar hasta dar con la verdad y la función de nuestra existencia. Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuánto me alegro de que disfrutes de estas pequeñas reflexiones disfrazadas de humor o de relato, mi querida Harolina. Bien sabes que este campo no es el mío y no me siento muy segura en él, pero es lo que de momento me sugieren las musas. Igual es el principio de un cambio, mi cambio personal, a raiz de todo lo que está pasando :))

      Yo también desearía que la nueva "normalidad" fuera del todo diferente. Ya hay muchos que lo desean, que han reflexionado sobre ello y que se han propuesto convertirlo en una realidad. Como dices todos tenemos nuestra pequeña aportación que hacer para que suceda y nuestra parte de responsablidad si no lo conseguimos. El tiempo dirá.

      Respecto a mis emociones, son cambiantes. Sé lo que tengo que hacer, lo que debo de hacer, lo que es necesario que haga, pero cada vez tengo menos ganas... Será que yo también anhelo una libertad de la que me siento privada por momentos? Mucho me temo que mi lado nada sensato y rebelde esté pugnando por salir.

      Gracias por tu siempre valiosa presencia, amiga, y por dar siempre testimonio sincero de lo que piensas.

      ¡Un beso también para ti y mis mejores deseos de paz!

      Eliminar
  19. ¿Quién sabe si después echaremos en falta el silencio del confinamiento? Es que somos animales de costumbres.
    Creo que la primera señal verdadera no será cuando lo diga el gobierno, sino cuando veamos que vuelven a abrir las tiendas de los chinos. Hasta que no vuelvan las tiendas de veinte duros creo que todo seguirá igual con independencia de lo que digan los telediarios. Un abrazo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué casualidad que digas eso, David. ¡Hoy a vuelto a abrir el chino de mi barrio! :)) Dice el buen hombre que no le perdonan el alquiler y que no le queda más remedio que abrir para ganar algo. Casi todo lo que tiene son productos de alimentación y droguería, así que supongo que no se salta ninguna norma.

      Respecto a que somos animales de costumbres, totalmente de acuerdo, y que nunca estamos conformes con nada, también es verdad. Ya verás cuando volvamos a quejarnos del estrés, los madrugones y la falta de tiempo para todo... No tenemoa arreglo.

      Un abrazo gigante, espero que estés genial :))

      Eliminar
  20. Hola Julia, hace tiempo que no llego hasta tu terraza. Hoy me asomo desde el otro lado del océano para saludarte y también para echar una miradita a las ventanas del Ministerio.
    Hago lo mismo desde mi balcón: miro lo techos de los edificios de enfrente (estoy en un piso muy alto), pero fundamentalmente miro el cielo y los cambios cromáticos que se producen a lo largo del día. Cada uno encuentra el modo de salir del encierro, de buscar aire y sostener el confinamiento.
    Un enorme abrazo, fue un gusto leerte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué gran alegría me da verte de nuevo por aquí, Mirella. Pasa, comódate :))

      Creo que tus vistas son más relajantes y mejores que las mías. Yo, para ver el cielo, casi tengo que hacer contorsiones con el cuerpo jajajaja. Todo lo más a veces, si hay suerte, se ve reflejado en la superficie de los cristales de esas mismas ventanas. Algo es algo.
      Como tú dices lo importante es que cada uno encontremos el modo de superar este confinamiento lo mejor posible y de paso, si podemos, aprendamos a mirar con ojos nuevos.

      Para mí también ha sido un gusto seber de ti. ¡Un abrazo y mis mejores deseos!

      Eliminar
  21. Querida Julia, pues qué razón tienes con lo que expones de forma tan genial en esta crónica, este encierro se está alargando demasiado y las ganas de que todo vuelva a la normalidad cada vez son mayores. A mí me está pasando lo que a ti con los vecinos de hacienda pero de otra forma. Mi balcón da a un patio de manzana en el que todo lo que se ve son terrazas, antes del confinamiento me molestaba mucho el ruido que me llegaba, de todo tipo, conversaciones de la gente que sale a hablar por el móvil al balcón, los ladridos mañaneros de los perros, bueno, toda una orquesta!!! La cuestión es que ahora agradezco ese, digamos jaleo que se forma, lo contemplo como la vida que me rodea y cuando no los escucho los echo de menos jajajaj. Lo que me intriga es saber qué a pasado con los perros que no ladran...bueno, sí, es que están acompañados, los amos están en casa confinados.
    Me alegra que escribas esta realidad con un toque de humor que falta nos hace sonreír un poco, mejor dicho, mucho!!!
    Un fuerte y cariñoso abrazo con todo mi cariño. Mucho ánimo y cuídate, corazón bello.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, querida Marina :)

      Qué razón tienes con eso de que nos hace falta mucho sentido del humor en estos tiempos. Yo no me considero una persona con poco ánimo pero la verdad es que empiezo a estar un poquito-mucho harta de este encierro. Cuántas cosas echamos de menos, verdad? Hasta el molestos ladrido de los perros!! jajajaja. Si es que los humanos somos tan curiosos...

      Me alegra saber que tu amplitud de miras desde tu balcón da para tanta actividad, para tanta vida en una palabra. Yo sigo observando ordenadores apagados, teléfonos colgados y sillas vacías. ¡Qué triste! Pero he descubierto que mis vecinos se reflejan en las ventanas y cuando salimos a aplaudir, puedo verles además de oirles. Algo es algo :D

      Un inmenso y cariñoso abrazo también para ti, preciosa. ¡Fuerza y humor para cada día!

      Eliminar
  22. El confinamiento empieza a pesar en el ánimo de todos sí, con lo cual me identifico bastante con lo que nos cuentas en tu texto. Me ha gustado mucho lo de la partitura. Y un secreto: en el fondo se necesitan más personajes como el tuyo en la vida real. Yo, me he de conformar con ver las cuatro paredes de un patio interior que cada vez me parece más y más angosto, así que me siento mejor refugiada en casa que asomada a cualquiera de mis ventanas.

    Por cierto, tu personaje no me ha parecido cotilla en absoluto, sino lleno de vida y en cierto modo de esperanza y es algo que hoy necesitamos más que nunca. ¡Ánimo y un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Rebeca :)

      Siento que tus vistas sean como las mías, algo pobres, pero siempre nos quedará la imaginación para subsanar esa realidad en lo posible. Apuesto a que dentro de tu casa has encontrado la forma de visualizar muchos horizontes diferentes y a cual más satisfactorio :)

      Estos días estoy haciendo algo que no he hecho en mi vida, marcar cada día que pasa en el calendario. Mi meta es llegar a la fecha rodeada con un círculo naranja, que es el fin del plazo de confinamiento. El problema es que el círculo naranja no termina de llegar nunca porque me lo van "desplazando". Así pues y ante mi frustración, he decidido que me voy a dar el lujo de quejarme (pero solo un poquito) y hasta de ser cotilla (pero sin mala intención). Me alegro de que sean tan comprensiva conmigo :))

      Muchas gracias por leerme y por compartir tus impresiones. Yo también te deseo mucho ánimo, mucha paciencia y mucha esperanza.

      ¡Un beso grande!

      Eliminar
  23. Nunca se sabe lo que se va a echar de menos. Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es Susana, hasta que dejamos de tener algo no le concedemos todo su valor.

      Un saludo también para ti y gracias por leerme :)

      Eliminar
  24. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  25. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Si te apetece añadir algo, sería estupendo que lo compartieras :)